Estar bien

Darnos los gustos está muy bien, pero a veces la ingesta de esos alimentos, se transforma en kilos de más.

Kilitos de más: cuando comienzan a ser un riesgo

Darnos los gustos está muy bien, pero a veces la ingesta de esos alimentos, se transforma en kilos de más.

Cuando comemos, consumimos nutrientes que le dan al organismo la energía necesaria para funcionar normalmente. Para dar un ejemplo sencillo, los alimentos son para nosotros como la nafta para un auto: un combustible para poder movernos. Pero muchas veces ingerimos más calorías de las que gastamos, y las consecuencias son el sobrepeso y la obesidad, lo que implica que se almacena más grasa o combustible del que se necesita. En principio, parece que este resultado solo se asocia con un cuerpo voluminoso, con más redondeces, caderas, piernas rellenas y un vientre abultado.

Mucha gente está obsesionada con el aspecto físico y cree que el sobrepeso es un problema puramente estético. La realidad es que es un problema médico que puede afectar seriamente la salud. Las investigaciones revelan que el sobrepeso y la obesidad aumentan los riesgos de desarrollar enfermedades del corazón, el hígado y la vesícula. También la diabetes tipo 2, el cáncer de endometrio, de mama o de colon; depresión; baja autoestima; hipertensión, altos niveles de colesterol y triglicéridos; accidentes cerebrovasculares; apnea del sueño y problemas respiratorios; irregularidades ginecológicas y artrosis.

¿Cuándo se tiene sobrepeso u obesidad?

El sobrepeso se puede calcular utilizando el índice de masa corporal o IMC.  Se obtiene dividiendo el peso en kilogramos por la estatura en metros, al cuadrado. La fórmula es: IMC= kg ÷ m². Ejemplo: para una persona que pesa 70 kilos y mide 1,60 metros, 70 ÷ (1,60) 2 = el índice es 27,34.

Un IMC de 25.0 a 29.9 implica que la persona tiene sobrepeso. Entre 30 y 34.9 ya hay obesidad clase 1, de bajo riesgo. La obesidad clase 2, de riesgo moderado, se da cuando el IMC es de 35 a 39.9. Y la obesidad clase 3, de alto riesgo −también conocida como obesidad mórbida− presenta un IMC igual o mayor a 40.  Sin embargo, este índice no se aplica a todas las personas, ya que en alguien muy musculoso el resultado puede arrojar un porcentaje más elevado, pues el músculo pesa más que la grasa.

Muchas veces, la obesidad puede ser hereditaria, y hay personas con tendencia genética a subir de peso más fácilmente que otras, aunque también influyen el entorno y los hábitos de la familia. También se puede comer de más por motivos emocionales, ansiedad, tristeza, estrés, soledad o aburrimiento.

Por todo lo mencionado, las estadísticas demuestran que en la actualidad hay cada vez más niños, jóvenes y adultos con sobrepeso y obesidad, tanto que se habla de una epidemia. Lamentablemente, debido a este factor, hoy muchos jóvenes padecen hipertensión, alto colesterol y diabetes tipo 2, enfermedades que antes afectaban únicamente a los adultos.

 

Otros problemas relacionados con el sobrepeso

Además de los problemas clínicos, el sobrepeso y la obesidad también afectan la vida cotidiana. La movilidad se reduce, cuesta y cansa más realizar algunas tareas y suelen doler los huesos y las articulaciones de las piernas por tener que soportar más peso. La sexualidad también se puede ver afectada, ya que muchas personas sienten pudor de mostrar a la pareja un cuerpo con kilos de más; también puede aparecer baja autoestima, e incluso depresión y ausentismo laboral. Pero no solo esto: algo tan sencillo como comprar ropa se vuelve complicado: es mucho más caro y cuesta más conseguir un lindo diseño de talle especial. La vida social se restringe, y si la persona además sufre de asma, no puede practicar deportes o salir a caminar con amigos ya que se fatiga fácilmente. Quien no puede dormir normalmente a causa de la apnea de sueño disminuye su rendimiento laboral y le es más dificultoso concentrarse para estudiar.

No todo está perdido

Por suerte, nunca es demasiado tarde para hacer pequeños cambios que ayuden a bajar de peso en forma paulatina y así reducir el riesgo de tener problemas de salud. Se puede comenzar hoy mismo eliminando el consumo de bebidas azucaradas, comiendo porciones un poco más pequeñas y haciendo algo de ejercicio, por ejemplo, una caminata diaria de 10 o 15 minutos. Una serie de pequeños cambios ya nos pone en camino a la recuperación. También es aconsejable consultar a una nutricionista que nos instruya sobre los alimentos más adecuados y los más perjudiciales. Seguramente, también nos podrá brindar alterativas saludables y deliciosas a la vez. Otra opción es unirse a algún grupo para bajar de peso; hay algunos como la Asociación de Lucha Contra la Obesidad (ALCO), que son gratuitos y suelen organizar reuniones en muchos barrios.

Otra posibilidad es sumarse a un grupo de caminata, para poder hacer ejercicio en compañía. El hecho de entrenar con otras personas es un buen incentivo, ya que cuando uno no tiene ganas, ahí están los demás para dar ánimo e insistir en salir a hacer el recorrido diario. Los más solitarios pueden optar por caminatas individuales, que son más llevaderas si se va escuchando música en el celular. Quienes tienen mascota, ahí tienen al amigo más fiel que siempre se pondrá contento de ir de paseo. Lo ideal es completar 35 o 40 minutos diarios de caminata vigorosa al menos 3 o 4 veces por semana. Esta actividad permite quemar calorías, eliminar grasas y acelerar el metabolismo para seguir gastando energía aun cuando se está en reposo.

Consejos de Experta

Nutricionista María Martínez

✓ No excederse con las harinas (empanadas, tartas, pastas, pizza). Consumirlas con moderación, solo en almuerzo o cena.

✓ Para antojos de algo dulce, comer un puñado de pasas de uva o ciruelas secas.

✓ Un día por semana hacer una dieta proteica de carne, fiambre, huevo, fruta seca y lácteos, nada de harinas, frutas ni verduras. Esto ayuda a que el organismo, a falta de hidratos, queme grasas.

✓ Comer de todo, variado, pero controlando las cantidades. Respetar las cuatro comidas diarias y, si es necesario, reforzar con dos colaciones. Consumir muchas frutas y verduras, frutas secas, carnes magras, pescado y grasas saludables Omega 3, que se encuentran, por ejemplo, en el atún.

 

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