En armonía

Cómo equilibrar la vida laboral y la maternidad sin padecimientos es la cuestión.

Madres que trabajan fuera de casa

Cómo equilibrar la vida laboral y la maternidad sin padecimientos es la cuestión.

Sabemos que hay tantos tipos de maternidad como madres, y que ninguna estructura familiar es igual a la otra. Hay mujeres que trabajan muchas horas fuera del hogar; algunas lo hacen part-time, otras desde sus casas, y muchas se quedan puertas adentro, al cuidado de sus hijos y las tareas domésticas. Ser madre hoy es, para el común de las mujeres, un acto épico que lleva a escenarios impensados. Quedarse en casa a cuidar a los hijos o salir a trabajar se ha convertido en un modelo de perder/ganar; es tiempo entonces de empezar a revertir la estructura y convertirla en un más amigable ganar/ganar.

Si es posible, está bueno llamarlos para que cuenten cómo les fue en el colegio o alguna novedad.

Y por más que se tenga una ingeniería alemana que prometa nunca fallar, a veces algo no funciona como estaba planeado, o simplemente, un hecho extraordinario requiere nuestra presencia, como un acto escolar o cuando los chicos se enferman. Mamá es mamá, y juegan la culpa y la tristeza por no poder estar y ocuparnos como quisiéramos. Entonces, ¿cómo manejar ese desgarro de dejar a los hijos cuando no hay elección posible y toca salir a trabajar? E incluso, aun deseando dedicarnos a continuar nuestra carrera en forma paralela a la maternidad, ¿cómo lidiar con la culpa? El gran desafío: convivir con la presión externa pero, sobre todo, con la interna.

Trabajar la confianza

El trabajo es un factor primordial que afecta de manera positiva o negativa  nuestra calidad de vida. No solo por la seguridad de un sueldo, sino porque un trabajo se convierte en seña de identidad, y el desarrollo profesional, en una parte muy importante del bienestar general. Con un trabajo se satisfacen las necesidades cotidianas, es decir, las humanas, las vitales y las de ascenso social.

El conflicto de las madres que trabajan es lograr el balance entre la vida familiar y la laboral, entre las obligaciones que tienen frente a su familia y la necesidad legítima de crecer y desarrollarse. “Existe el famoso duelo de los lunes a la mañana, que se da cuando las madres deben dejar a los hijos para ir a trabajar luego de haber estado todo el fin de semana juntos. Es como un volver a empezar: les agarra más culpa o una fea sensación al despegarse. La mujer ya de por si es muy culpógena por naturaleza y se lleva puestas las culpas a todos lados con ella. Está muy instalado ese sentimiento, y hay que empezar a erradicarlo”, recomienda la psicóloga Beatriz Goldberg.

La especialista hace foco en buscar a la persona correcta para el cuidado de nuestros hijos y confiar en ella: “Hay que tener tranquilidad en qué manos los dejamos, si se turnan familiares, abuelos, si es una guardería o colegio. Lo que toque, hay que estar seguros que es un buen lugar y confiar, si no, es doble estrés”.

Cantidad vs. calidad de tiempo

Es necesario, como un primer paso para erradicar la culpa, comprender que es sano para todos que cada uno tenga sus actividades. Y que el momento del encuentro sea de disfrute absoluto. “Es importante que la mamá sepa que no se pierde el crecimiento de los hijos si durante las horas que está presente logra transmitirles que los quiere, que se preocupa y que, aunque no la vean, está. Que los chicos sientan que pueden contar con ella, aunque una parte del día los cuide otra persona”, explica la psicóloga.

Entonces, a cultivar esa calidad de tiempo. ¿Cómo? Una vez en casa, conviene dejar el celular y conectarse con ellos. Si son bebés, Goldberg recomienda mirarlos a los ojos como primer contacto, apenas se los alza, porque esa mirada, el feedback de ese momento es fundamental, es lo que le hace sentir al bebé que su mamá tenía ganas de verlo. Si son niños más grandecitos, encontrar un espacio para jugar, entenderlos, escucharlos, contenerlos, garantizarles que siempre pueden contar con ella. Se puede cocinar juntos, o disfrutar la hora del baño, un cuento en la cama antes de dormir, hacer la tarea o enseñarles alguna actividad que pueda tener un seguimiento, como andar en monopatín, en rollers o aprender a escribir.

También es bueno hacer uso (y abuso, en este caso) de la tecnología y, durante el día, cortar un rato con el trabajo y hacer videollamadas. A veces, uno se comunica con los adultos para saber cómo está todo y los chicos ni se enteran que preguntaron por ellos. Si es posible, está bueno llamarlos para que cuenten cómo les fue en el colegio o alguna novedad. Si son más chicos, enviarles audios para que se tranquilicen escuchando la voz de mamá. Y si, por ejemplo, en la ausencia de la madre, hicieron algo nuevo, al regreso del trabajo se les puede decir: “Me contó la abuela que hiciste tal cosa, a ver, ¿me lo mostrás?”, y que lo vuelva a hacer, así la mamá también lo puede disfrutar.

Hay trabajos, incluso, a donde se los puede llevar una vez a conocer el espacio, qué tareas se hacen, presentarles a los compañeros, mostrarles su escritorio, sus logros, sus cosas. Y tranquilas −aconseja la psicóloga−, que los chicos sienten cuando la madre está atrás de ellos o los delega como un paquete: “Lo único importante es que se sientan queridos, hay madres que están todo el día en casa pero sumergidas en su celular, sin registrar el verdadero deseo o necesidad de los chicos, entonces es mejor estar físicamente menos presentes pero más psíquicamente el tiempo que estén con ellos”. El sentimiento de culpa es natural, pero hay que tratar de suavizarlo conectando con los niños con amor y con alegría..

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