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Laura Franco "Panam"

Panam nos abre la puerta a su festejo del Día de la Madre y nos cuenta acerca de su actividad solidaria.

Laura Franco "Panam"

Mamá corazón

Panam nos abre la puerta a su festejo del Día de la Madre y nos cuenta acerca de su actividad solidaria.

Laura Franco “Panam” es la heroína de su propia historia. Hace 16 años dio un vuelco a su carrera como modelo y creó un exitoso mundo mágico infantil. Este año lanzó su noveno CD, estrenó temporada en la prestigiosa plataforma digital Netflix y obtuvo un premio Martín Fierro. Su legado incluye canciones, obras teatrales y programas de televisión que van de la mano con su permanente compromiso social. Ella no es solo una cara bonita ni una típica animadora infantil. Hace ya varios años creó su propia entidad benéfica, a la que llamó “Fundación Te amodoro de Panam”. Desde allí, la mujer de los cabellos dorados pone su arte a disposición de aquellas familias que necesitan una mano y realiza shows a beneficio de distintas causas.

¿Cómo festejas el Día de la Madre?

Rodeada de familia, de mis afectos. Fiel a mi origen italiano, me encanta tener la mesa rodeada de seres queridos y que nos choquemos los codos de tantos que somos, mientras compartimos unos humeantes fettuccine. Es una fecha importante, que me llena de un orgullo inmenso; para mí también es el día de mis hijos, que son los que me dieron el título de mamá.

¿Pedís algo especial?

¡Pido besos! Soy una mamá que ama ser besada en forma compulsiva por sus hijos y además demando que le regalen abrazos de todo tipo. De hecho, una de las primeras canciones que compuse fue «El que abraza y no convida», que habla de lo lindo que es abrazar y ser abrazado. Recorrí un camino difícil y doloroso para ser mamá y es una verdadera bendición la familia que tenemos junto a mi marido. Yo digo que soy mamá de cuatro, porque a Chiara la tengo en el cielo, ella nos cuida y nos bendice. Me gusta recordarla con mucho amor porque después tuve la bendición de haber sido mamá de Sofi y de Bautista.

Pudiste salir adelante del dolor que implica la pérdida de un embarazo…

Sí, creo que hay que apostar al amor y la vida. Yo acuño la frase “el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional”. Yo sufrí realmente mucho, pero en un momento dije “basta, me quiero poner de pie por Luca, por mi marido y por mi familia”.Volví a creer, a confiar, a tener esperanza y volví a convertirme en mamá. Hay que tratar de sanar…

Y hoy tenés tres hijos hermosos… ¿Con qué te sorprenden?

¡Mis hijos me sorprenden todo el tiempo! No puedo creer cómo vuela el tiempo, me pregunto cómo es que hasta hace poco Luca tenía escarpines y ahora me pide que le compre botines de fútbol. Y Sofía, que ya está en la etapa “titungui titungui” (N. de R.: así nombra Panam al momento en que los nenes no paran de hablar) y se manda unos monólogos en su media lengua que son para comerla a besos. Bautista, el más chiquito de la familia, me sorprende con esa mirada de asombro permanente en una hermosa etapa de descubrir el mundo. ¡Puedo decir que vivo en modo “sorpresa constante” con mis hijos!

¿Qué te enseñó la maternidad?

Yo creo que el mejor aprendizaje en la vida es ser mamá; mis hijos me enseñaron todo: a tener más paciencia, a dar más amor, a ser más generosa, a jugar mucho más.

¿Cómo festejabas el Día de la Madre en tu infancia?

Mi mamá nos hacía todo tipo de pastas con sus propias manos. El festejo comenzaba con mi madre amasando desde temprano. Yo la ayudaba mientras cantaba las canciones que me inventaba. Luego, nos reuníamos todos en la mesa para ponderar el don de cocinar que Dios le dio a doña Laura. Así que siempre el festejo en mi familia es sinónimo de mesa, familia y pastas caseras.

Si algo quiero que hereden mis hijos, son los valores que me inculcaron mis padres.

¿En qué te inspirás para escribir las letras de tus canciones?

Las letras de mis canciones hablan del cuidado del medio ambiente, de los valores, la igualdad, la paz. Me parece fundamental transmitir ese mensaje a mis hijos y a los niños en general. Porque son todos los valores que adquirí en mi infancia y me hicieron ser la persona que soy hoy. Si algo quiero que hereden mis hijos son los valores que me inculcaron mis padres, para mí eso es un gran tesoro. Pero también me parece fundamental enseñarles a que luchen por sus sueños, por eso nunca dejo de cantarles: «si lo sueñas con firmeza, puedes tener la certeza de que se te hace realidad».

La canción «Mi mimito sana, sana» se la dedicaste en 2004 a Abril Dispenza, la bebé que necesitaba un trasplante de corazón y cuya historia sirvió de impulso para que se sancionara la Ley del Donante Presunto. Hace poco cumplió 15 años y le grabaste un video para que lo pasen en su fiesta. ¿Qué te generan estas historias?

Siento una profunda emoción… Abril tenía 16 meses cuando le descubrieron una cardiopatía dilatada y hace once años fue sometida a un trasplante de corazón en el Hospital Garrahan y su operación exitosa sentó precedente para que se sancionara la Ley del Donante Presunto. En su momento, su mamá me contó que mis canciones ayudaron a su hija durante la recuperación. Ahora ella es toda una señorita, sana y feliz, y eso me llena de felicidad.

En otras entrevistas describiste que tu sueño siempre fue trabajar para los chicos. ¿Qué te impulsó a hacer ese cambio en tu carrera?

El fallecimiento de mi papá en 2001 fue una bisagra importante en mi vida; en ese momento decidí mostrar mi esencia y dedicarme de lleno a los niños, algo que me gustó toda la vida. De hecho, estudié magisterio cuando terminé el colegio. ¡El aula me quedaba chica!

Después de haber sido vedette, te construiste a vos misma en el mundo infantil y te sostuviste por 16 años, lo que no es tarea fácil. ¿De dónde viene esa garra y empuje?

Seguramente he tomado cosas de mis padres, pero hoy puedo decirte que tomo el éxito de mi vocación como una misión. No hay otra explicación. El cielo conspiró para que pudiera desarrollarme en esta hermosa tarea de acompañar la niñez de millones de “chiquipines”. Me siento una bendecida.

¿Cuál es el secreto de tu éxito?

Básicamente, soy una mamá haciendo lo que la hace feliz. Cada vez que me subo al escenario, siento una llama adentro mío que me enciende. Y, por otra parte, siempre fui aggiornándome, queriendo mejorar poniendo el foco en crecer profesionalmente. Mi socio, Carlos Tarrío, fue un gran maestro para mí y me enseñó mucho.

¿Cómo te organizás para trabajar teniendo tres hijos?

Cuando viajo al interior del país, trato de llevarlos conmigo. Desde bebés, cada uno de mis hijos subió al escenario conmigo. Y desde que abrieron sus ojos, ven a su mamá feliz realizando su vocación y yo creo que esa felicidad se contagia. Ellos tienen una mamá que se dedica a jugar, cantar y bailar, y lo disfrutan mucho. Cada uno de ellos tiene su canción: Luca y Sofi ya tienen muy en claro que me viven inspirando, así que compartir mi vocación con mis hijos es una hermosa bendición que Dios me regaló. Y además nos hace jugar juntos permanentemente.

Me encanta tener la mesa rodeada de seres queridos y que nos choquemos los codos de tantos que somos.

Este fue un año importante a nivel profesional para vos…

Sí, se dieron varias cosas juntas. Por un lado, gané mi segundo premio Martín Fierro como “Mejor programa infantil/juvenil” (el anterior lo había ganado en 2005), lancé al mercado mi noveno CD, A jugar con Panam, y la primera temporada de Panam y el circo ya se puede ver en la exitosa plataforma Netflix. Estoy muy feliz.

¿Cómo ves tu futuro de acá a diez años?

No me lo imagino, así tengo la chance de sorprenderme… Todavía no sé cómo he llegado a los 16 años de este amor incondicional que tengo por mis “chiquipines”. Lo que sí puedo decirte es que, de acá a diez, veinte, treinta y todos los años que tenga por delante, siempre voy a hacerle caso a lo que me dicte mi corazón.

Yo creo que el mejor
aprendizaje en la vida
es ser mamá; mis hijos me enseñaron todo.

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