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Mariana Brey

Forma parte de Los ángeles de la mañana y está ansiosa por la llegada de Juana, su segunda hija.

Mariana Brey

Me costaba confiar en mí

Forma parte de Los ángeles de la mañana y está ansiosa por la llegada de Juana, su segunda hija.

Son las cinco de la tarde y Mariana Brey tiene la energía intacta pese a que está en la recta final de su segundo embarazo y de que empezó su día muy temprano: arrancó haciendo Los ángeles de la mañana (Canal 13), después le puso la mejor onda a la producción de fotos para Expertas y ahora se dispone a la charla. Está acostumbrada a la hiperactividad: toma clases de yoga, gimnasia y stretching, y ha explorado distintas facetas profesionales. No solo conquistó un espacio en el periodismo de espectáculos, sino que también estudió locución, actúa –ha sido parte de los elencos de Claudio Tolcachir y de José María Muscari− y canta. 

¿Dónde quedó tu actriz?

Trabajé hasta el embarazo de Luca (7), y después me pintó la maternidad. Fui mamá cien por ciento y empecé la búsqueda de cómo ser una mamá lo mejor posible, le di la teta cuatro años, leí un montón sobre maternidad, fui a terapeutas vinculadas con la crianza. No soy fanática de nada ni de nadie, fui tomando herramientas.

¿Cuál fue el momento más crítico en relación con la maternidad?

Creo que el desafío fue dejar de mirarme a mí para mirar a otro. Yo no tenía ni idea de cómo iba a ser como mamá, no sabía ni si iba a ser mamá, entonces cuando lo fui, me sorprendí de dónde estaba esa capacidad para poder ejercer el rol. Luca me enseñó a romper con los prejuicios.

¿Eras prejuiciosa?

Era bastante prejuiciosa, partiendo del prejuicio propio, por cuestiones de inseguridad, esto de: “Actuo pero no soy actriz, canto pero no soy cantante”, y quizás si yo no hubiera tenido tanto prejuicio hubiera sido una reactriz o una recantante, no lo sé. Los prejuicios te limitan mucho, son tu propio límite. No es que no te llaman para actuar porque sos mala, sino que si vos no confiás en vos, el otro no ve. Realmente cantaba muy bien, canté en bares hasta que Luca nació.

O sea que tu hijo implicó un antes y un después en tu vida, incluso profesional.

Sí, focalicé en él y en ejercer el periodismo; dejé de ser prejuiciosa con lo que tenía que ver con el mundo del espectáculo.

¿Te queda cómodo el periodismo del espectáculo?

Hoy sí, cuando aprendí a divertirme y reírme…

¿Cuándo fue eso?

Haciendo BDV, no al principio pero sí en el transcurso, fueron diez años de programa. Con Ángel de Brito y Andrea Taboaba, hicimos equipo. Hoy seguimos en LAM.

¿Construís un personaje?

Soy bastante yo en cuanto a mi manera de expresarme y en cuanto a lo que digo y pienso. Para mí, es importantísima la coherencia para sostener lo que decís. Soy confrontativa, puedo generar un debate, voy a dar mi opinión, pero el límite es el respeto por el otro.

“Era bastante prejuiciosa, partiendo del prejuicio propio, por cuestiones de inseguridad”.

Si Luca fue una bisagra y una exploración, ¿qué te pasa esperando a Juana?

Tengo otros miedos, no sé si es porque estoy más grande o porque ya tengo más conciencia y responsabilidad y sé de qué se trata, pero este embarazo lo atravesé con muchos miedos y los sigo teniendo. Me reconozco más cansada y con más pensamientos feos, de cosas que no quiero pensar y pienso, entonces las digo, porque si no, me las guardo, es como negar. Los miedos están y son parte de la vida, está bueno aceptar a esta Mariana miedosa. Con el embarazo anterior, y antes también, me creía una súper poderosa. Por eso fui a full con la lactancia, me puse el objetivo y me fui de mambo y después le di cuatro años.

¿Te arrepentís?

No, ni ahí porque a él le encantaba. A mí me costó desprenderlo, cuando intenté el destete no pude porque fue justo cuando falleció mi papá.

Tu papá tuvo una presencia muy fuerte en tu vida, era el lechero del barrio, en Quilmes.

Sí, es mi referente, es mi ídolo, un tipo que apenas terminó el colegio, que hizo toda su vida lo que le daba pasión, se levantaba a las cuatro de la mañana, trabajaba con fiebre, con lluvia. Por eso la importancia del trabajo y la pasión para mí.

¿Y tu mamá?

Ama de casa. Tengo dos hermanos mayores, mi hermana me lleva diez años, y mi hermano, ocho, pero se casaron muy jóvenes y fui criada muy como hija única. Yo a los 14 ya estaba sola con mis padres, tuve una infancia muy libre y una adolescencia muy aferrada sobre todo a mi mamá, que quedó con su nido vacío.


¿Tus padres te apoyaron?

Sí, mi papá con más libertad, mi mamá con más miedos. Mi papá siempre me decía que tenía que ser feliz y elegir lo que quería hacer. Alguna vez, cuando me replanteé la profesión, él me decía: “Tenés que ser feliz”.

¿Cuándo te replanteaste la profesión?

Cuando hacía un programa de canal 9 y me fui. Me costaba un montón (tomar la decisión): cómo me iba a tomar el tupé de renunciar… ¿y si después no me ofrecían nada? La pasé tan mal que se lo planteé a mi papá, le dije que me iba a dedicar a otra cosa, y me fui a trabajar con mi hermana a una oficina, seis meses. Después extrañé y recapacité, me di cuenta de que ese programa no había sido para mí, que había sido una mala experiencia, me di cuenta de que nada es tan determinante. Me llamaron de América para hacer un programa, volví y arranqué otra vez. Se ve que era buena en lo que hacía y a mí me costaba confiar en mí.

“Los miedos están y son parte de la vida, está bueno aceptar a esta Mariana miedosa”.

Parece que lograste armar una familia ensamblada muy armónica.

Sí, para mí es síntoma de salud. Yo trabajo desde siempre mucho para que esto sea así. Con mi ex (Leo Schmerkin) nos separamos como todas las parejas, con sus enojos, rencores y diferencias; fue un tiempo corto hasta aceptar…

…que duele…

¡Obvio, duele un montón! Con la muerte de mi papá aprendí que, cuando aparecen la ira, las broncas, las diferencias con otros, es porque evitás conectar con el dolor. Me di cuenta de que mientras yo conectara con lo que realmente me estaba pasando, que era sufrir su pérdida física tremendamente, eso me abstraía de cualquier otra diferencia que pudiera tener con quien fuera. Y cuando me separé, dije: “Esto es igual”. Si te separás, al principio te peleás, pero después decís: “Es que en realidad, me duele mucho separarme”; duele profundamente que el otro no va a estar más conmigo, que no nos elegimos. Que mi hijo se fuera con el padre cuando éramos tan pegados los tres, fue muy duro, pero hay que atravesar el dolor con conciencia de que duele. Cuando entendí eso, lo pude transformar.

Para que todo se estabilice así de bien, cada parte tiene que hacer lo suyo, ¿no?

Sí, a él (su ex) le costó un poco más que a mí entender; yo quería, por ejemplo, que pasáramos la Navidad juntos y a él le parecía que no, que Luca se iba a confundir, y yo le decía: “Fijate quién es el que se puede confundir”. Pero también hay que aprender a respetar que el otro no quiere pasar la Navidad con vos.

¿Ahora comparten fiestas?

Los primeros dos años, no. Y ahora ya sí. La última Navidad la pasamos juntos, estaban los trilli, los hijos de Pablo (Melillo), de 13 años (Bianca, Fiamma y Santino).

Estás vinculándote con tres adolescentes.

Sí, tengo suerte porque son chicos buenos, educados, respetuosos, sanos. 

¿Cómo se dio la relación de Luca con ellos?

Bien, tienen diferencia de edad, pero se dio bastante naturalmente. Me parece que es el conjunto de las dos cosas. Luca es un niño muy saludable en cuanto a las emociones. El papá y yo hablamos mucho con él siempre, todo lo ponemos en palabras, le explicamos desde una comunicación adulta. Pero lo más importante es que con mi expareja pudimos comulgar tener coherencia en el discurso, y si no pensamos igual, a él no se lo transmitimos.

¿Cómo se lleva Luca con Pablo?

Muy bien, fue un amor a primera vista. Hubo celos normales al principio, pero nunca con él, la factura me la pasaba a mí. Fue todo muy rápido.

¿Te sorprendió volver a amar y tener un proyecto de vida compartido?

Sí, no lo imaginé nunca tan rápido. Tenía claro que iba a volver a formar familia, pero no pensé que iba a pasar tan rápido. Pablo tiene una energía arrasadora, te lleva puesta, no te da tiempo a pensar, entonces me vino bien porque yo soy un poco más racional, y cuando me quise acordar, ya estábamos de novios. Incluso cuando los chicos se conocieron, no estábamos de novios todavía. Era época de vacaciones de invierno, los chicos de Pablo viven en Córdoba y estaban acá y yo estaba con Luca, entonces nuestra primera salida fue en familia.

¿Te había pasado antes?

No, ni loca presentaba a mi hijo a un circunstancial. Se dio así porque yo ni apostaba a nada, imagínate, vacaciones de invierno y me invita a hacer plan con los chicos, ¡qué mejor!

¡Fue su estrategia!

¡Fue su estrategia! ¡Es más, vivo! Me entró por ahí, por el padre. Después viajamos a Nueva York, en noviembre de 2017; ahí nos enamoramos fuerte y me pidió compromiso y futuro casamiento; eso está por verse (ríe y muestra el anillo).

“Hay que atravesar el dolor con conciencia de que duele. Cuando entendí eso, lo transformé”.

Ahora con la llegada de Juana, el compromiso es de por vida

¡Sí, obvio!.

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