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Ximena Capristo

Trabajó con los grandes referentes del mundo del espectáculo, fue primera vedette y ganó el Patinando por un sueño.

Ximena Capristo

“Mi hijo me enseñó muchísimo”

Trabajó con los grandes referentes del mundo del espectáculo, fue primera vedette y ganó el Patinando por un sueño.

Ni Xime ni Gime, la mayoría de la gente le dice “Negra”, el apodo que le pusieron sus amigas de toda la vida cuando era una adolescente que se freía al sol y siempre estaba bronceada. Hace rato que dejó ese hábito, pero sigue siendo la «Negra», la que aprovechó el encierro televisivo de Gran Hermano para hacerse conocida y cuando salió en diciembre de 2001, se encontró con un mundo convulsionado. “Estábamos en un limbo porque pasaban un montón de cosas y no coincidía el momento con lo que vivíamos a nivel personal, era todo muy raro”. Ximena habla en plural porque la casa de GH fue el preludio de su hogar. Allí no solo encontró el pasaporte al medio artístico sino también a Gustavo Conte, su marido desde 2007 y padre del pequeño Félix, de dos años. Con ladrillos sólidos, levantó carrera y pareja al unísono.

¿Con qué objetivo entraste a Gran Hermano?

Mi objetivo era encontrar un lugarcito en el teatro. De chica había estudiado actuación y cuando salí de GH, me preguntaron qué quería hacer.

¡Una bendición, más en ese momento de crisis en el que estaba la Argentina!

Sí, ya solo tener trabajo lo era. Les dije que quería trabajar en teatro y mi primera temporada fue en 2002 en Carlos Paz. Arranqué y no paré nunca, solo descansé de la temporada cuando tuve a mi bebé, que nació en enero.

¿El resto de las temporadas trabajaste siempre?

Sí, a veces en Buenos Aires, otras en Carlos Paz o Mar del Plata. He ido hasta la plaza de Las Grutas, un lugar bárbaro, con unas playas increíbles.

¿Sos una remadora o fuiste tocada por la varita?

La suerte te tiene que acompañar un poco, pero yo soy muy busca. Siempre fui sostén de familia. Mi mamá se quedó sin trabajo cuando yo era adolescente, mi hermana era muy chica (le llevo once años) y fui camarera muchos años, me ayudaban mucho las propinas, tenía un muy buen sueldo y con eso mantenía mi casa.

¿Qué edad tenías?

Arranqué a los 15.

O sea que en el momento en que tus amigas estaban ocupadas en su fiesta de 15, vos te pusiste la casa al hombro.

Sí, bueno, digamos que sí, laburaba los fines de semana. Mi mamá entró en una gran depresión y no podía salir a trabajar; si bien ella nos crio y toda su vida hizo lo que pudo para darnos educación y un montón de valores muy importantes, no quedó otra. Pero lo volvería a hacer, no digo que haya sido un garrón.

Un padre ausente y vos sostén de hogar. Eso te habrá dado un rol en tu familia de origen, ¿cierto?

Sí, lo tuve durante muchos años, se hizo costumbre en mí. La vida te lleva a eso y creo que uno puede saltar el obstáculo.

Dicen que no es lo que te pasa sino qué hacés con eso.

Sí, y también te hace formar una coraza y es más difícil relacionarte. Ahora me siento más abierta, mi carácter cambió un montón, estoy más madura, pero cuando era adolescente y joven (se ríe), yo decía que ya tenía a mis amigas.

¿Ese grupo está intacto o tuviste alguna pérdida en el camino?

Varias hicieron familia en otros lados, pero seguimos manteniendo lo mismo por WhatsApp y nos juntamos unas dos veces al año.

Me gustaría tener mi programa de radio.

Sabés que con ellas podés ser vos.

Sí, yo soy yo siempre, al que no le gusta, es su problema.

Pero si tenés esa coraza de la que hablabas…

Sí, pero la coraza no es que sea falsa, es que si te invito a mi casa a comer un asado, es porque somos amigas; no lo hago por una conveniencia, el interés para mí no va.

¿Te cansaste alguna vez del medio artístico?

(se ríe) ¡Sí, obvio! No me acuerdo la fecha exacta, pero fue en un momento en el que  tenía mucha exposición.

¿Sería después de Bailando por un sueño?

No, después del Patinando, pero no me acuerdo exactamente; ese año hice varias cosas importantes de laburo, estuve en la obra de los cien años del Maipo (Por siempre Maipo), fue un año increíble de cosas diferentes y oportunidades laborales, pero después de una seguidilla de mucha exposición, me encerré en mi casa casi seis meses. No estaba deprimida, pero me llamaban de los programas y no quería ir. Y me puse a armar rompecabezas. Tengo más de 50 rompecabezas, uno de 2 mil piezas lo armaba en 15 horas.

¡¿En serio?!

¡Una rapidez mental para armar rompecabezas que no te imaginás! Después armé uno de 5 mil piezas que era un escenario con todos los músicos y los chicos levantando las manos, todas las piezas iguales, ese tardé bastante más.

¿Y cómo volviste a reacomodar tus propias piezas?

Y bueno, porque si no, me comían los piojos (se ríe); no quedaba otra.

Correrte de la escena tenía el riesgo de quedarte afuera.

Y sí, pero a veces uno no puede salir a la calle: “Ay, qué flaquita que sos”, “Ay, no tenés maquillaje”… yo no reniego de eso, pero en ese momento sí, me afectaba; era mucho. Vivíamos en una casa en Caballito y me gritaban desde la vereda; algunos, cosas lindas, y otros, groserías.

¿Cómo repactaste con la profesión?

Sentía que tenía la necesidad de trabajar, no podía seguir armando rompecabezas, y al verano siguiente me fui de temporada.

Para mí lo primordial era formar mi familia, mi sueño era tener un hijo.



Quizá ya no te calzaste las plumas sino que elegiste la comedia.

Sí, puede ser. Yo me despedí de la revista con Gerardo Sofovich de director, hacía como veinte años que él no se subía al escenario y fue su última obra.

Trabajaste con muchos grandes del espectáculo, ¿encontraste algún denominador común en ellos?

Sí, que muchas veces lo que ves no es lo que son; unos para bien y otros para mal. Yo siempre fui una esponja y absorbí lo bueno de cada uno.

¿Qué fue lo más importante que te dejó GH: la profesión o la pareja?

Para mí lo primordial era formar mi familia, mi sueño era tener un hijo, nunca encontraba el momento. Queríamos los dos, pero uno a veces prioriza el trabajo, tener la casa propia, después aprendés que no podés programar nada y menos un hijo. Nosotros estuvimos cuatro años esperando. Mi hijo me enseñó muchísimo porque mi vida siempre fue programada, muy ordenada.

¿Cómo bancaste la espera y la ansiedad?

Era una frustración, la inseguridad de no saber si iba a poder o no. Me había puesto el límite de los 40 años; si no llegaba, íbamos a hacer un tratamiento o a adoptar o lo que fuera. Gracias a Dios, se dio (Felix nació unos días antes de que Ximena cumpliera sus 40).

¿Guardaron el secreto de la búsqueda del embarazo o lo contaron públicamente?

Al principio sí lo contamos, porque no había nota en la que no me preguntaran cuándo íbamos a tener un hijo. Lo mismo que cuando estábamos de novios y nos preguntaban cuándo nos íbamos a casar. Nos casamos en 2007 y después era: “¿Cuándo van a tener un hijo?”. ¡Y el hijo tardó un montón, diez años, imaginate!

¡Pero tuviste mucha energía durante el embarazo, tanta que te recibiste de locutora con una panza enorme!

Es que uno de los doctores que me atendía cuando buscaba me dijo que hiciera algo para distraerme, algo que me gustara. Y entonces se me dio por estudiar y me recibí a punto de tener a Félix. Corrí el foco y eso me ayudó. Gracias a Dios, las cosas siempre me costaron mucho, en todos los ámbitos.

¿Pese a lo que se ve?

Pese a lo que se ve, porque uno no está mostrando todo. La gente se cree que porque trabajás en teatro o en televisión, tenés las cosas fáciles, pero lo cierto es que cuando está flojo de laburo, uno vive al día. Soy buena administradora, pero cuando no hay laburo, uno tiene que salir adelante. Igual hoy, con las redes, se trabaja mucho con las marcas. Ya no se invierte en el formato publicitario tradicional sino en las redes y a nosotros nos han denominado influencers –no sé quién nos dio el título (se ríe)–, pero no importa, tenemos mucho trabajo en las redes. Pero siempre hemos administrado el dinero, no me he comprado carteras, por ejemplo, que es un tema, porque uno invierte también en verse bien.

Yo puedo preparar muy buenos platos juntando lo que hay en la heladera.

Y vos trabajás mucho a partir de tu imagen.

Sí, igual ya le doy mucha menos bola a la imagen. Cuando arranqué, a los 23 años, quería lucir de la mejor forma o comprarme cosas que antes no podía. Ahora es distinto.

¿Cómo se te ocurrió hacer Yacarta, una marca de ropa infantil propia?

Tenemos unos amigos que son empresarios textiles y siempre teníamos ganas de hacer algo juntos. Nos costó mucho vestir a Félix como le gusta al papá, con ropa que tenga una línea rockera. Y salió Yacarta. Nos está yendo súper bien con la venta on line y nos incluyeron en sus locales multimarcas varios mayoristas en todo el país.

¿La crianza de Félix te pone desafíos?

¡Sí, desde el momento uno! Cumplió dos años a fines de enero, es un acuariano loco, de mucho carácter. La verdad que este bebé nos cambió la vida, es algo maravilloso que nos ha pasado.

¿Sos de las madres que se leen todos los manuales?

Cuando era bebé sí, ahora no, es innato, porque lo que le funciona a una no le funciona a la otra. Está bueno tener una guía y también relajar, hacer lo que el corazón te dicta.

Félix empieza el jardín este año, ¿te va a costar más a vos o a Gustavo?

¡Al padre! Le va a costar mucho más, a él le cuesta todo, le cuesta irse. Cuando nos tenemos que ir a trabajar juntos, dice: “Me voy primero, no lo quiero escuchar llorar”; le cuesta mucho más desprenderse. El año pasado hicimos temporada los dos en la misma obra y era terrible la angustia que le generaba a Gustavo irse.

Tu experiencia con tu padre fue bien distinta a la que tiene tu hijo con el suyo.

Sí, totalmente.

¡Qué cosa haber encontrado un hombre como Gustavo! La vida permite sanar.

Ese fue mi lema durante muchos años, mi prioridad era que Félix tuviera un padre presente toda la vida. También por eso elegí que Gus fuera su papá.

¿Dónde quisieras estar dentro de diez años?

Me gustaría tener mi programa de radio, que no es descabellado, me han propuesto trabajar en radio pero me quieren como columnista de espectáculos y yo no soy eso. Sé muchas cosas del medio y podría ser una gran columnista de espectáculos, pero no quiero pelearme con nadie ni herir. A mí me gustaría tener el rol de conductora-locutora, en un programa armado con contenido propio, no entrar y ser pata de otro, hacer un magazine donde la gente se pueda entretener.

¿En qué es experta?

Creo que puedo considerarme toda una experta en cocinar con las sobras. Porque con ingredientes, cocina cualquiera; pero yo puedo preparar muy buenos platos juntando lo que hay en la heladera. Me encanta. Es algo parecido a mi fanatismo armando rompecabezas.

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