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Sabrina Maino

Dirige la Fundación Más Humanidad, con la que trabaja en tres centros Conin.

Sabrina Maino

Nuestra ayuda implica estar cerca de los chicos

Dirige la Fundación Más Humanidad, con la que trabaja en tres centros Conin.

Educar, acompañar y sostener no solo al chico, sino al grupo familiar completo. Esta es la forma integral en que Sabrina Maino entiende que se debe abordar el problema de la desnutrición infantil. Artista plástica de profesión y madre de cinco hijos, dirige la Fundación Más Humanidad, con la que trabaja en tres centros Conin.

Sabrina Maino busca tomar conciencia de la fecha, del punto exacto en que empezó a dedicarse a esta cuestión de ayudar al que lo necesita. Son muchos los momentos y las historias, pero todos se ven reflejados en el recuerdo a flor de piel que tiene su paso por el colegio primario en General Deheza, Córdoba, el lugar donde nació. Estaba en cuarto grado y ya le preocupaba que sus pares no se desarrollaran a la par que ella. “Ves que tu compañero de banco no entiende lo que está haciendo. Tiene que empezar a resolver situaciones más complejas, pero su cerebro dañado tiene un límite. Una persona desnutrida empieza a limitarse en su capacidad de entendimiento. Podes decirle que sume o que reste, pero empieza a dividir o a multiplicar y no puede seguir”, dice Sabrina, quien hoy es la responsable de tres centros Conin; dos de ellos ubicados en Tigre y uno en Zárate. Los tres lugares están supervisados por Más Humanidad, su propia fundación.

Como un disco rígido al que no le entra más información. Así grafica Sabrina la instancia en que se empieza a ver la mala alimentación en un chico. “Ves que se queda en el tamaño, vos crecés una cabeza, dos cabezas y el otro se queda. Es literal”, cuenta esta mujer, quien lleva adelante la ardua tarea de supervisar el cuidado nutricional de un total de 170 niños menores de cinco años repartidos en los tres centros. Allí también hay hoy 60 madres, 15 de ellas, embarazadas.

Junto con un grupo de especialistas, asiste también a los que se llaman “beneficiarios indirectos”. “El chico entra al programa con todo su grupo familiar. Tal vez no necesitan tanta ayuda desde lo nutricional, pero sí desde su situación psicológica y ambiental. Hacemos un abordaje integral de la problemática. Hay una situación del ambiente familiar que necesita recuperarse, se aborda entonces desde un lado de la asistencia social. El trabajo final, el que más duele, al que más cuesta llegar y que tal vez no es nuestro específicamente, es lo que sucede en las casas. La mayoría no tiene un baño, viven precariamente”, explica Sabrina.

Esta mujer trabaja sin descanso, vive con mucha energía cada día, aun esos que ella sabe cuándo empiezan, pero no cuándo van a terminar. Coordina a psicólogos, psicopedagogos y fonoaudiólogos en la estimulación temprana de cero a dos años y medio, cuando se trabaja con las madres. Después, para los niños de tres a cinco años, se hace la estimulación integral, momento en que se trabaja con el chiquito solo. “Es un trabajo muy artesanal”, dice. Y donde hay que estar presente.

Por eso, es una convencida de que una cosa es que te lo cuenten. Pero ir y conocer, dirá firme, es otra. “Cuando vos te metés en sus casas, comenzás a conocer el hacinamiento; es meterte en una especie de pozo negro y las casas se van como achicando, hacen pasillos y, de golpe, te metiste en una historia completamente distinta de la que se ve desde afuera”, relata.

Acompañar

En su casa, a Sabrina sus hijos le dicen que ella tiene una especie de TOC, porque no puede pasar por al lado de una persona que está mal sin ayudarla. “Es cierto ‒confiesa ella‒, se trata de eso nuestra ayuda, de estar al lado de la persona. De qué sirve un médico si la madre no sabe o no entendió cómo tiene que tomar su hijo los remedios que le indicaron”.

Para esta experta ejemplar, ayudar es eso, es estar ahí, al lado. Así ha sido por lo menos desde hace cinco años, cuando empezó esta misión en Conin, la ONG fundada por Abel Albino en Mendoza y que hoy tiene más de 60 centros en todo el país. Son miles las imágenes que esta mujer ha visto en estos cinco años, pero hay una que le sirve para retratar lo vivido. “Cuando empecé, una madre que estaba con cuatro hijos y esperaba el quinto me pidió una estufa porque los chicos se morían de frío en su casa. Le llevé un radiador eléctrico de esos que te calientan rápido y secan el ambiente de forma segura. Al día siguiente me contó que se habían muerto de frío la noche anterior. Fui a su casa y, claro, era una casa elevada de madera, llena de agujeros”, recuerda Sabrina. Hoy esta mujer tiene ocho hijos, sigue viviendo en el barrio Villa Liniers, pero tiene su casa de material, con baño y cocina. “Le cambió la vida, pero para esto hubo que hacer todo un trabajo”, afirma.

En los últimos años, armó una actividad al mediodía donde las madres aprenden a cocinar. Y cada 15 días se llevan además un bolsón de alimentos y ropa. “Quiero diferenciar asistencialismo de asistencia, que es lo que hacemos nosotros. Yo a esas madres les digo que, para tener las proteínas necesarias, sus hijos tienen que tomar seis litros de leche por semana. Se los doy a cambio de su compromiso”, explica Sabrina, quien se dio un gusto: mezclar la solidaridad con el arte.

Por eso formó una liga de artistas que luchan contra la desnutrición. “Me di cuenta de que tengo amigos artistas y tengo amigos que pueden comprar arte. Entonces, ellos me donan obras y yo las vendo. Así empecé. Desde hace tiempo esa metodología nos quedó chica, fuimos creciendo y abrimos el juego. Ahora hacemos una vez por año una feria de arte, el artista se lleva la mitad del dinero en que se vende la obra y la otra mitad queda para la fundación”, finaliza.

Cómo ayudar

Si querés contactarte con la fundación, podés hacerlo entrando a www.fundacionmashumanidad.org Ahí se pueden hacer donaciones o ver la galería de arte para comprar cuadros y donar parte del dinero a los centros Conin.

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